miércoles, 5 de diciembre de 2007

Cuarta coincidencia con No Hay Pichintún Que Dure Cien Años.-

Tal como en la novela presentada el año 85 con el país en Estado de Sitio el Capitán General no murió ni con la caída de tres helicópteros en los que se trasladaba, ni con algún bazucazo del Frente Patriótico ni del MIR ni de muerte natural envenenado con gas zarín como le ocurriera al ex Presidente Eduardo Frei Montalva en la clínica Santa María.

Nones.

Falleció - dicen - víctima de un colapso cardiorespiratorio a los ochenta y tantos sin haber sido condenado por ninguno de los múltiples actos de barbarie humanitaria en contra de quienes él percibía como enemigos, como tampoco por su milagrosa capacidad de multiplicar su sueldo.

Otra versión afirma que el Capitán General no ha muerto, que se trasladó a la ciudad bajo el continente antártico en donde comparte con Adolf Hitler y otros connotados próceres.

Y ateniéndonos a la versión oficial, si bien no murió como en la novela en su fundo al sur de la capital, sus cenizas sí fueron llevadas a su fundo Los Boldos, ubicado al sur de Santiago de Chile.

Y estos cuatro aciertos me hacen creer - cada uno cree lo que quiere -

que puedo anticipar lo que viene.

Las cuentas del Capitán general.-

Aunque hasta sus más cercanos fans afirmen que es cosa del pasado, cada cierto tiempo el general se cuela por alguna parte y acaba siendo tema prime time.

Cuando entregó el poder ejecutivo en el 90 muchos se apresuraron a creer que había entregado el poder. Pronto diéronse cuenta que seguía con tanto poder que, en el segundo gobierno de la Concertación, hubo que mirar para el lado cuando el ejército entregó $ 1.000 millones a Augustito para que superara un traspiés relacionado con su ultimo divorcio. Luego dejó la comandancia en jefe quedando como senador vitalicio. Ahora sí es cosa del pasado, afirmaron algunos, ni siquiera va ir al congreso, nunca le gustó. Pero vino lo de Garzón y Londres gozó de su presencia y en Chile se dijeron cosas que ruborizarían a personas decentes.

Más tarde se le consideró con enajenación mental de leve a moderada en la corteza subcortical y por lo tanto sobreseído de acusaciones de tortura, desaparición, asesinatos y otros menores.

Cosa del pasado se volvió a afirmar.

En el 2004 se le acusa de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito y ahí sí que el general se molesta. Ladrón no, señores.

Y al igual que antes cuando explicó los atropellos a los derechos humanos en su gobierno, usó la expresión exceso, palabra muy de su agrado.

Antes los excesos fueron cometidos por subordinados suyos, ahora el exceso fue cometido por él y su familia, que viviendo sólo de su modesto suelto de general hasta el año 73 logró ahorrar 100.000 dólares, que al término de su gobierno el año 89 habían aumentado a 456.000.- Suma todavía lejos de los 9 millones de dólares encontradas en cuentas a su nombre en el banco Riggs.

Al exceso de ahorro el general añadió su otro argumento favorito :El dinero es el resultado de los ahorros de toda (1) una vida. Tal como afirmó para explicar el Melocotón, El Boldo, Santa María de Manquehue y otros.

Y claro, la gente se confunde al creer que el general tuvo sólo una vida, como la mayoría de los mortales, olvidando que tuvo varias, algunas : Una vida hasta el 73, Una vida con Doña Lucía, una vida de papá de Augustito, otra, que acabó con el atentado en el Melocotón, otra vida en Londres, una vida de senador vitalicio, y ahí no más ya tiene seis, lo cual explica seis ahorros de toda una vida de exceso de ahorro. Cerca de los 38 millones de dólares que aparecen comprobados en el 2007.

Y por si eso no bastara, uno de sus albaceas explicó que el general tiene tanta suerte que el dueño del banco Riggs de pura simpatía por el susodicho benemérito le duplicaba sus ahorros cada 3 años.

Tanta alharaca.

Para que vean el pago de Chile cuando alguien es excesivamente ahorrativo y vive varias vidas de puro vivo que es no más.

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