miércoles, 26 de diciembre de 2007

The cuiquing

El lenguage es adicto a la evolución en sentido transformista. Es para dar la impresión que hemos cambiado cuando en verdad seguimos igual.

Muy hospitalarios con palabras ajenas a nuestra lengua - ¿cuál sería ésta? - usamos el control para hacer zaping, dejamos el auto en el parking, vemos equipos de fútbol haciendo pressing, compramos con leasing, compartimos en el living, envasamos la fruta en los paking, vamos de shoping, sufrimos de bouling y en fin, todo eso.

Respiramos smog y en los barrios altos ozono.

Desde mucho antes comíamos porotos granados con albahaca y posábamos nuestra cabeza en la almohada; ambas de origen árabe.

Dividimos las niñas en pololais y chupelais y pokemon.

Tal vez el impacto se acentuó con el marketing y su aplicación cuyo mayor recurso consiste en depreciar lo antiguo, lo usado, lo viejo.

Cierto que los viejos se venían desvalorizando desde antes de la dificultad para engancharlos con las nuevas movidas o carretes, asunto que los ponía en situación de incómodos testigos de pretéritos desastres generales y personales.

Se impuso un modelo estético que ojalá - otra expresión de origen árabe - volatilice al anciano antes del alzheimer, de la incontinencia y de la incoherencia. Que nadie llegue a viejo , a esa forma de senectud.

De pronto la Organización Mundial de la Salud escamoteó a los antiguos viejos de 40 a 60 estrenando al adulto mayor.

Para los mayores de 60 se creó la expresión de tercera edad, nominación más insípida pero enteramente compatible con la etapa siguiente: inquilino de los parques, del recuerdo, del silencio, del mar, de las flores, del sendero, sepultando así los cementerios.

Como iba la cosa acabar con los viejos era sólo cuestión de tiempo. En vez de tratarlos mejor se optó por el atajo de rebautizarlos y enviarlos a vivir a las casas de reposo.

Otro sector incómodo para los que llevan una vida acomodada son los pobres. Su sola existencia en un país pretencioso resultaba no solo molesto sino insultante. Por más que el sector acomodado intentara ignorarlos resultaba muy difícil.

Se les trasladó a barrios más apropiados a su condición - se les erradicó - se les dotó de casitas a escala pensando tal vez en que si todos tenían que abandonar la casa de madrugada para trabajar o estudiar y regresaban a última hora, para qué más. Y como tampoco podrían tener auto se estrecharon las calles y se suprimieron las veredas.( o los espacios para ponerlas ). También se les dejó un espacio para juegos denominado multicancha, en realidad canchas multiuso.

Al fin se les llamó de escasos recursos como si no tuvieran que disponer de inventiva para sobrevivir con lo poco que ganan. A los que ni siquiera les daba para vivir bajo techo se les llamó, en situación de calle. Y chao.

Si bancos y empresas en vez de quebrar entraban en cesación de pagos y la tortura se transformaba en apremio ilegítimo se llegó a otra expresión - también importada - para acabar con los problemas. Ya no hay problemas ahora son temas.

Entonces ya no extrañó a nadie que los desechos del cuerpo humano se transformaran en aguas servidas - ¿para quién? - y viajaran en el interior de un emisario que en vez de llevarlas a un cloacal se internaran en el mar para desaparecer cual promesa de campaña política.

Que los basureros pasen a llamarse vertederos después de cambiar de camión a tren en un centro de transferencia vendría a ser la guinda de la torta.

Hay que prepararse para más novedades como las religiones diet, la política on the rock's y la moral cuiquing.

¿Ok?

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