martes, 18 de diciembre de 2007

Jorge Sasia Forés

Jorge Sasía y su gusto por la cuerda floja.-

Mi origen vasco - esa raza con 7.000 años a sus espaldas - mi ojo dañado por una flecha cuando niño y la formación marista en una época muy impregnada del fascismo italiano dieron como resultado lo que soy. Si no terminé fascista fue nada más gracias a que pasé gran parte de mis estadías en el Chacabuco de Los Andes, Rafael Aristía de Quillota y Alonso de Ercilla de Santiago, expulsado de las aulas por hacer preguntas inconvenientes negándome a aceptar la autoridad sin sentido.

Sasía fuera, quedó tallado en mi memoria de un modo indeleble.

Al no encontrar interlocutores válidos empecé a escribir mi manera de ver el mundo, manera que muy pronto descubrí era distinta a la usada por el resto.

Ignoro, naturalmente, como hubiese evolucionado en una sociedad más abierta, extrovertida y certera. En Chile, donde el mejor negocio para todo el mundo es hacerse el huevón, las consecuencias de mi estilo fueron muchas, constantes y fuertes.

Hasta un tuerto puede jugar fútbol profesional en Chile.-

En la Hacienda San Vicente de Los Andes, una de las más grandes de la zona central donada por Pascual Bauritza para preparar a los hijos de los campesinos evitando la clonación social, cuya Escuela Agrícola dirigió mi padre unos años, resulté perdedor en una de las continuas guerras entre indios y blancos a flechazo limpio. Días antes, en un cónclave habíamos decidido dejar las flechas con punta de clavo sólo para cazar, limitando la punta de las saetas a la que hacíamos con cuchillo. Gracias a ese tratado el ojo izquierdo quedó en su sitio pero con daño a la retina provocando una catarata que en esos años los mejores médicos - Brucher Encina por ejemplo - me tranquilizaron diciéndome que ni siquiera iba a necesitar lentes porque el accidente no tenía remedio y que por lo demás grandes hombres de la historia universal con visión unicular no les había impedido llegar a donde llegaron.

Para probarlo empecé a entrenar para convertirme en jugador de fútbol, en un buen jugador de fútbol.

Trasladada mi familia a Quillota seguí empeñado hasta que a los 14 años comencé a entrenar en el Club San Luis de Quillota, Club fundado a partir del Instituto Rafael Ariztía. Tuve la suerte de disponer de entrenadores como Dante Pesce y Andrés Prieto, verdaderos formadores los cuales me enseñaron la técnica adecuada para jugar. Nadie me examinó nunca la vista y eso me permitió ascender hasta el primer equipo que en esos años participaba en la Primera División del fútbol profesional chileno.

En Concepción me bajan a la realidad.-

Andrés Prieto me llevó a jugar a la Universidad Católica y allí tuve una diferencia fuerte con un árbitro lo que me costó un castigo largo. Para pedir rebaja de la pena me ofrecieron ir a jugar a préstamo por Deportes Concepción, club recién ascendido a Primera. Al equipo lo entrenaba Caupolicán Peña muy buen entrenador y en una semana me dio el pase para que hicieran el contrato. Pero antes debí hacerme un chequeo de salud completo.

De inmediato el médico se dio cuenta de la mansa catarata que tenía en mi ojo y con muy buenas palabras me dijo que me dedicara a otra cosa.

Y hasta ahí llegó mi carrera de futbolista profesional.

Debut y despedida.

Poco antes había sufrido otro golpe fuerte en el Instituto Alonso de Ercilla de Santiago. Allí saqué una revista estudiantil y uno de los artículos no gustó a la Armada Nacional. Para peor, el Comandante en Jefe tenía a un nieto estudiando en ese colegio. Con motivo de una charla dada por un oficial sobre la cual escribí un artículo algo irónico quedó la mansa crema.

En el tercer trimestre, una vez obtenida la segunda copa de ganadores del Interescolar de babyfútbol organizado por la Universidad Católica, tuve un altercado con el director del Ercilla y decidí irme.

Primera señal de lo que ocurre en Chile cuando se corre el riesgo de escribir lo que uno cree que ocurre, y publicarlo.

Años secos y nueva censura.-

Viajé por Chile y el mundo durante años hasta que empecé a publicar en Revista Hoy una columna de turismo, tema que en esos años tenía menos importancia que ahora.

La colisión esa vez fue con ejecutivos del recién creado Servicio Nacional de Turismo, 17 de los cuales se encontraban creando un Instituto de Turismo aprovechando sin pudor alguno las instalaciones, recursos e informaciones del organismo oficial.

El primer diferendo estuvo centrado en una proposición mía para crear una Ley que promoveriera los viajes de estudio en el territorio nacional. Pensaba que había que mostrar Chile a los jóvenes abriendo las puertas de los parques nacionales, santuarios de flora y fauna, pisciculturas y los distintos paisajes, climas y ambientes de nuestro extenso país, apelando a subsidios estatales aprovechando las temporadas bajas en ocupación.

Daniel Mayer, Director subrogante cuestionó la idea diciendo que eso significaba intervenir en el sector privado.

Luego denuncié ante Liliana Mahn, la Directora titular, la incompatibilidad de ejercer como funcionarios públicos y empresarios privados, siendo, al mismo fiscalizadores de las empresas a donde irían a trabajar los egresados.

No te puedo creer jorge, fue la respuesta

Ardió troya. Intentaron que los dueños de la agencia de viajes que gerenteaba me cesaran. Al consultar a la Contraloría general de la República sobre el impasse respondió rotundamente que existía incompatibilidad. Como resultado, se pidió la renuncia a la directora y a dieciseis altos ejecutivos, salvándose únicamente Enrique Evans.

La Revista Hoy, - medio de la democracia cristiana - manejada por Emilio Filipi y Abrahan Santibañez cesaron la columna.

Revista Bravo - la playboy chilena .-

Nadie se explica muy bien cómo el gobierno militar autorizó la circulación de una revista onda erótica, la cual me permitió publicar mis crónicas de humor social. El militar encargado de fijar al medio en su marco editorial especificó con claridad los límites al director: puede publicar desnudos femeninos siempre y cuando no se vea bigote.

Allí tuvimos un espacio varios articulistas que más tarde pasamos a APSI, Análisis o Cauce.

Tanto cuidado en el contenido finalizó por quebrar a la editorial que sacaba Bravo.

Entonces apareció Casanova, otra revista de corte frívolo, cuyo número 1 fue requisado por el gobierno en los quioscos y perseguidos algunos de sus dueños, dos partieron a España y el otro se quedó en Chile enfrentando la tormenta.

Se trataba de los mismo dueños que editaron la revista Qué Hacemos, la cual era parecida a la antigua En Viaje que editaba F.F. del Estado.

En ambas tuve una columna.

Al poco tiempo conseguí publicar mis artículos en la cadena de diarios del sur en el suplemento dominical y en un almuerzo convencí a Héctor Veliz Meza - asesor literario de Juan Aldea de la Editorial Renacimiento -de la conveniencia de publicar un libro con algunos de mis artículos de crítica social.

Comienza la incontinencia literaria.-

En diciembre de 1980 apareció A La Altura del Unto con moderado éxito de ventas demostrado con la salida de una segunda edición a los pocos meses.

Prólogo de Guillermo Blanco en el cual dejaba constancia que "Sasia escribe como si no supiera lo que todos sabemos y su humor es muy Sasia".

Había sorteado la censura previa recibiendo del Ministerio del Interior, menos de un mes después de presentar mi solicitud para editar, publicar y circular el libro, entregando los originales manuscritos en la Jefatura en Estado de Emergencia en la calle Zenteno. a un militar armado con metralleta.

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