jueves, 7 de febrero de 2008

Autopistas Urbanas al Infierno

El gobierno militar debió agradecer a micreros y camioneros el haberse jugado - con remuneración de la CIA - para bajar al gobierno de la Unidad Popular. Para ayudarlos a mejorar el negocio dejó de invertir en ferrocarriles.
La Concertación siguió el mismo camino con leves variaciones. Hizo como qué, pero no.
En un país jóven con mentalidad añeja lo novedoso sería que las cosas empezaran a hacerse bien.
La continuidad en la aplicación de una política económica neoliberal terminó de abrir paso a la concentración de capitales, quizás como nunca antes.
Como los que habían participado en dejar a Chile en manos de las fuerzas armadas y de grupos extremos, no vivieron en países con economías socialistas o mixtas sino harto liberales, al volver a ocupar los sillones que se encontraban esperándolos, aplicaron igual política neoliberal.
Continuaron incrementando como negocio la educación, la salud, la energía, las comunicaciones, a moler el mar para alimentar animales desorrollados, a talar los bosques, a ensuciar ríos y canales para producir salmones, el agua potable, y como no, al desplazamiento de vehículos motorizados.
Cero confianza en la persona común y corriente. A ese que el SESMA le exige baño para hombres y mujeres, con ducha. Pero no a los bancos ni a los supermercados, ni a las grandes tiendas. Menos a las autopistas. Para los grandes, todas las facilidades del mundo, para los chicos, muérete pronto.
Claro que las autoridades - como les gusta que los llamen, en vez de funcionarios públicos - no dicen eso. Doran la píldora, es por el bien del país, aseguran, como si el país sólo estuviera integrado por unos pocos.
Inventan grandes negocios que luego entregan en bandeja de plata a corporaciones transnacionales, las cuales perciben montos garantizados por el estado chileno. Les permiten publicar en DICOM a quienes les deban tres chauchas, los autorizan a cobrar más cuando el servicio es peor. Y más encima tienen la cara suficientemente dura como para aparecer en los medios de comunicación defendiéndolos, cual si fueran empleados de aquellas transnacionales y no de nosotros.
Verguenza ajena.
Hasta cuando los seguimos soportando. Falta un cambio radical que ningún partido político parece dispuesto a plantearse, ocupados como están en mantenerse en el poder a como de lugar.
Puaff.

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