jueves, 24 de enero de 2008

Vidas paralelas

(Publicada en septiembre de 1997)

La reciente desaparición de Sor Teresa de Calcuta y de la Princesa Diana de Gales propone una reflexión en torno a las preferencias informativas a nivel mundial.
Los antecedentes sobre el accidente automovilístico de la Princesa acapararon la mayor parte de los espacios en prensa escrita, radio y televisión. Justamente sobre quien dedicó la mayor parte de su vida a correr tras la fama y la fortuna, los títulos y el reconocimiento de la comunidad.
Todavía el mundo cree en cuentos de hadas.
Sor Teresa de Calcuta, macedónica de nacimiento y santa por conducta, llegó en segundo lugar en esta inusual competencia involuntaria. Pequeña de físico, inmensa en humanidad, rodeada de aquellos seres que la sociedad arroja fuera del camino para que no estorben su egoísmo, la religiosa ubicó en la India su campo de acción. En la década del cincuenta fundó una orden religiosa para dedicarse por completo a humanizar la vida de los que nadie quería mantener a su lado.
La Princesa sufriendo, de castillo en castillo, rodeada de lujos, una tremenda soledad; la otra, gozando en la pobreza, atendiendo enfermos recogidos de las calles.
La Santa y la Princesa, por caminos distintos se encontraron a veces en la vida, ¿Estarán juntas ahora?
La popularidad de Diana se facilitó por representar los anhelos femeninos de un amplio sector del mundo al sentirse interpretados por el acceso a la nobleza británica de una mujer joven, blanca, rubia y de ojos claros.
De ahí la acompañó como si fuera parte de ella. Sufrió con sus depresiones y justificó sus infidelidades matrimoniales en venganza a las recibidas del Príncipe Carlos. Consideró su feroz y hábil lucha contra la corona para obtener un buen montón de millones de libras esterlinas cmo una forma natural de asegurar el futuro de sus hijos.
Se convirtió en un estandarte popular.
Por tanto, nadie la criticó cuando la Princesa usó fríamente a los medios para proyectar una imagen de Princesa buena y abnegada, preocupada de los más pobres, los niños, los desvalidos, de la paz en el mundo, de los enfermos de Sida.
Parecía bonito todo eso.
Mal que mal, pasar con frecuencia asistiendo a cenas de gala, soportando la admiración de la gente, quizás también sea un sacrificio.
Sacrificio lindo de mostrar por televisión: sosteniendo a un niño negro herido por una bomba o desnutrido, una caricia a un enfermo terminal.
Siempre a la última moda.
Sor Teresa por el contrario, comiendo poco y mal, durmiendo menos, recorriendo las calles en busca de seres necesitados de humanidad y consuelo. Siempre apelando a la conciencia del mundo, siempre pidiendo para los demás.
Se fueron juntas la Princesa y la Santa.
Y dejaron al mundo sin su indispensable presencia.

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